Después de un viaje en colectivo de cuarenta y dos minutos, una
caminata de doscientos treinta metros bajo la lluvia y un ascenso de cuarenta y
ocho escalones mal iluminados ella entra a la oficina y se detiene para decidir
que hacer con su paraguas. Chorrea y rápidamente se forma un charco. No hay lugar
para dejar paraguas. Supone que es porque se los roban o porque se roban el
paragüero o porque acá no llueve casi nunca.
Las de adelante no tienen paraguas. Tampoco están mojadas. Hace
horas que llueve copiosamente así que se tuvieron que haber secado o llegaron
hace más que horas. Recién al rato de no avanzar pone atención a la que esta
siendo atendida. Mejor dicho, a la primera de la fila que no esta siendo
atendida. El otro lado del mostrador está vacío.
El tiempo pasa mucho más despacio cuando una está en una fila,
salvo que esté haciendo la fila con alguien que no está porque no llegó, porque
fue al baño o al quiosco. En estos casos la fila avanza demasiado rápido.
Hay cuatro o cinco personas por delante, las seis son mujeres. La
fila parece medir seis pero al analizar a los personajes se da cuenta que dos
de ellas están acompañadas por otras dos. Un par seguro que se cuenta como uno,
podrían ser madre e hija o tía y sobrina. El otro par, en realidad, pueden
haberse conocido en la fila y entonces habría que contarlo como dos. Este dúo
requiere un análisis más minucioso. El análisis se justifica pues, al no haber
tanta gente, el tiempo de espera, suponiendo que todas tarden lo mismo,
variaría en un alto porcentaje si son amigas y una acompaña a la otra o si son
dos para el trámite. Este análisis, luego de comprobar que no deduce nada de la
vestimenta, muecas ni gestos, tendrá que hacerlo escuchando lo que hablan.
Están a dos personas de ella. En realidad a tres porque entre las amigas, o
recientemente conocidas, y ella hay una y la mamá o tía con la nena. No es
fácil entenderlas, el ruido de la lluvia que hasta ahora había pasado
inadvertido crece y se mezcla con las voces.
Ya volvió la que atiende. Recién ahora la ve. Es una mujer normal,
normalmente vestida que sólo difiere de las de las de la fila porque está del
otro lado del mostrador.
Determinar la cantidad de personas que hay adelante y postular que
todas serán atendidas en el mismo tiempo no tendría ninguna utilidad si no se
sabe cuanto tardan en atender a una, así que mira y memoriza la hora.
No la memorizó porque al rato, cuando la primera termina de ser
atendida y junta todo lo que tuvo que desplegar en el mostrador, vuelve a mirar
la hora y duda si empezó a ser atendida menos cuarto o y cuarto. Un error de
media hora. Se pregunta si este error será más grande que el de considerar a las
amigas como una o dos.
Mientras sigue tratando de escuchar que dicen ve que la que
atiende se vuelve a ir. Ahora a la ecuación del tiempo de espera habrá que
agregarle un tiempo entre atendidas. Para facilitar las cosas, lo tomará como
constante, es decir habrá que sumárselo al tiempo de atención de cada una. La
lluvia no es lo único que se interponía entre sus oídos y las amigas. También
ha estado escuchando la conversación de la tía con la niña. Ya tiene claro que
no es la madre así que lo de tía encaja bien.
Volvió la que atiende y habla sólo con una de las amigas. La otra
está ausente a la conversación y no da pistas de si es una más en la fila o es
acompañante.
Era acompañante. Se fueron las dos juntas pero enseguida. Habrá
que reformular la hipótesis de tiempo de atención constante, pues a estas
últimas las despachó en menos de un minuto. Con la que sigue, ya hace que está,
más de una hora. Eso está bien, cada una se tiene que tomar su tiempo. Piensa
que a ella no le gustaría que la despacharan enseguida. Y además ya le falta
poco. Muy poco.
La fila ha crecido detrás de ella. Seguramente que la que acaba de
entrar la va a ver a ella completamente seca y no paró nunca de llover. No
sirven los cálculos así que para entretenerse piensa en otra cosa. Piensa en
distorsionarle los cálculos a las de atrás. Se tiene que hacer amiga y charlar
con la tía antes de que la atiendan.
Demasiado tarde. Ya la están atendiendo. La que atiende no se fue
entre la anterior y la que seguía. Ahora sólo falta que atienda a la tía y
después le toca a ella. Y si sigue atendiendo sin parar ni siquiera va a tener
ese tiempito adicional. Pasan otros cuarenta minutos y finalmente le toca a
ella. Por suerte la que atiende se va. No recuerda cuanto va a tardar en
volver. La angustia la carcome. Ni siquiera recuerda si midió ese tiempo. Es
inminente que vuelva la que atiende. La decisión está tomada y sale huyendo del
lugar.