viernes, 30 de octubre de 2009

Los nadadías

La bomba no daba abasto; cada vez había más agua en la sentina. Forzamos la escora para dejar el rumbo por sobre la línea de flotación, navegábamos con la regala de sotavento bajo el agua. Las caritas asustadas de la tripulación estaban puestas en mí. Yo sabia que la zozobra era inevitable. Estábamos a más de doscientas millas de la costa.

Tenía que trabajar sin pausa en prepararlos. Les conté la historia de los nadadías porque solo ellos podrían salvarse en una situación como esta. No se los dije, pero yo nunca los había visto.

Los nadadías son aparentemente humanos. Pueden parecer un hombre o una mujer. Ellos mismos se creen humanos y no recuerdan su verdadera procedencia hasta que se descubren. Esto ocurre cuando quedan en el agua sin posibilidad de salir. Rápidamente se adaptan a su nuevo medio. Le crecen membranas entre los dedos, sus ojos se desplazan hacia los costados, su piel se vuelve azulada, resbaladiza y dura. Pasan a soportar las bajas temperaturas, casi no necesitan respirar y desarrollan un sentido de la ubicación que los hace nadar sin vacilar hacia la costa más cercana. Con todo esto los nadadías han regresado del medio del mar a contar las posiciones de cientos de naufragios. Aman el mar y pasan gran parte de sus vidas embarcados. Cuando el destino los prueba frente a un naufragio y desarrollan o descubren esta adaptación, no hay retorno. Permanecen en ese estado el resto de sus vidas por lo que después de activados la pasan muy mal fuera del agua. Se comenta que el nadadías se siente engañado y decepcionado con la irreversibilidad de su estado y terminan enloqueciendo y hasta matándose. Esta parte del destino de un nadadías no conviene divulgarlo así que me centre en darles la esperanza de que se descubran nadadías cuando estén en el agua.

Supongo que ninguno lo era pues se ahogaron todos.

Yo no he vuelto a salir de mi escondite por la vergüenza que siento por haber perdido a toda mi tripulación y además porque he descubierto lo que soy.

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